Agencia Bloomberg

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Un casino que tolera el juego imprudente, una cartera de bienes raíces supuestamente lucrativa que contiene propiedades vacías o por debajo de la norma.

Estas son algunas de las realidades que los inversionistas han encontrado detrás de la cada vez más popular etiqueta de ambiental, social y de gobierno (ESG, por sus siglas en inglés), utilizada por las empresas para atraer dinero de los ahorradores socialmente conscientes.

Sin embargo, la etiqueta no siempre aplica con precisión a algunas inversiones. Como resultado, un número creciente de gestores de fondos está teniendo que adoptar técnicas de debida diligencia más similares a las que utilizan los investigadores privados para asegurarse de que no están invirtiendo dinero en combustibles fósiles, fabricantes de armas o usuarios de mano de obra explotada.

De no ir más allá, se corre el riesgo de perder clientes potenciales frente a la competencia, asegura James Turner, jefe de finanzas apalancadas europeas en BlackRock International Ltd.

"Muchos de nuestros clientes, especialmente los inversionistas holandeses y nórdicos, tienen un mayor enfoque en las políticas de ESG, y no invertirán a menos que sepan que contamos con un proceso robusto de ESG", dijo.

Según datos de Morningstar, en los últimos cinco años, el universo de los fondos de inversión sostenibles ha aumentado casi 70%, a US$ 760,000 millones en fondos mutuos y fondos cotizados en bolsa (ETF) en Europa y Estados Unidos.

Aunque es una parte cada vez más importante de la industria de la inversión, especialmente en Europa, no hay una fórmula estandarizada detrás de la etiqueta ESG. En gran medida, las empresas deben tomar sus propias decisiones sobre si califican para los estándares de los clientes social y ambientalmente conscientes cuando comercializan nuevos bonos.

El analista de Muzinich & Co Ltd Ian Horn afirma que su empleador una vez terminó vendiendo sus bonos de una compañía de bienes raíces después de que visitó algunas de sus propiedades en Alemania. Una estaba en gran parte vacante, otra resultó inaccesible y el equipo de gestión no pudo localizar la tercera.

En otro ejemplo, Chris Brils, gerente de cartera en Actiam, cuenta en un trabajo anterior tuvo que pasar un tiempo en mesas de apuestas altas en los casinos de Las Vegas para conocer de primera mano los comportamientos tolerados por las compañías de juego en las que invirtió.

Si bien una revisión exhaustiva de la inversión no es una práctica novedosa en la industria de administración de fondos, que los analistas financieros realicen algunas de estas tareas es cada vez más aceptado.

Algunos analistas hablan de su uso de sitios web que rastrean los movimientos de los barcos a través de GPS y las bases de datos de aduanas chinas, mientras que otros relatan que incluso tienen que prestar mucha atención al lenguaje corporal de los ejecutivos durante las reuniones en busca de pistas sobre un comportamiento cuestionable.

Sin un estándar de la industria o un organismo centralizado reconocido que tome decisiones sobre lo que es ético, social o ambientalmente aceptable, aplicar la etiqueta ESG es un proceso subjetivo.

No obstante, esa "subjetividad" también puede ser una fortaleza cuando se trata de adelantarse a otros gestores de fondos, según My-Linh Ngo, jefe de riesgo de inversión de ESG en BlueBay Asset Management LLP.

"Estás tratando de detectar señales que más adelante pueden manifestarse en los números", dice. "La pregunta es si el mercado también decidirá que hay un problema o es demasiado pronto".